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History of Spain
El Califato de Córdoba: Un siglo de esplendor
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El Califato de Córdoba es un periodo histórico de 102 años en la época del dominio islámico de la península ibérica que comienza con el emir Abderramán III en el año 929 y termina en 1031 con su desintegración en los reinos de taifas.

El origen y antecedente del califato lo encontramos con el fundador de la dinastía hispano-árabe Omeya, Abderramán I, cuando llegó a al-Ándalus y fundó en el año 756 el emirato de Córdoba, que era independiente política y administrativamente, pero manteniendo la unidad religiosa con el califato de oriente, cuya capital estaba en Bagdad. El califato de Córdoba estuvo bajo el poder de 12 califas siendo los más importantes Abderramán III, Alhakén II y Hixem II.

Siendo emir de Córdoba, Abderramán III conseguirá la pacificación de al-Ándalus, acabando con la sublevación del rebelde muladí Omar ben Hafsún y toda su zona de influencia, con la toma de Bobastro en la actual provincia de Málaga. También contendrá los avances de los reinos cristianos del norte de la península hacia al-Ándalus con la victoria en la batalla de Valdejunquera, en la actual Teruel, en el año 920.

En el año 929, el emir Abderramán III, hijo de Muzna, cautiva navarra de la dinastía Arista Íñiga, se autoproclama primer califa de Córdoba, declarando la independencia total del califato de Bagdad, para convertirse en la máxima autoridad religiosa y política del califato de Córdoba, que abarcaba los territorios de parte del norte de África y buena parte de la península ibérica. Desde entonces en las mezquitas andalusíes se invocaría el nombre de Abderramán como nuevo príncipe de los creyentes.

Abderramán III gobernó el califato de Córdoba durante 50 años, acuñando su propia moneda y creando las escuelas de medicina y de traductores. Fomentó la marina con la construcción de las atarazanas en el puerto de Almería, para la defensa de las incursiones marinas a la península y para fortalecer el comercio exterior. También estableció relaciones con los emperadores de Bizancio y del Sacro Imperio, entre otros.

Córdoba llegó a ser una de las ciudades más pobladas de Europa con cerca de 200.000 habitantes donde encontraron cierta tolerancia judíos y cristianos llegando a ocupar importantes puestos en la administración.

En aquella época en la península ibérica se distinguían varios grupos: los andalusíes de origen árabe; los bereberes, tribus autóctonas del norte de África de religión musulmana; los muladíes, descendientes de godos e hispanorromanos que adoptaron la religión, la lengua y las costumbres del islam para disfrutar de los mismos derechos que los musulmanes; los mozárabes, también descendientes de godos e hispanorromanos que se mantenían fieles a sus creencias cristianas; y en el norte de la península ibérica los reinos cristianos.

En el año 939 los cristianos, al mando del rey Ramiro II de León, vencieron a los musulmanes en la batalla de Simancas, en la provincia de Valladolid, que afianzó la frontera a la altura del río Tormes.

Abderramán III, falleció en el año 961 sucediéndole en el califato su hijo Alhakén II que supo mantener la paz y prosperidad de al-Ándalus. Mostró un gran interés por la cultura, reuniendo en Córdoba una gran biblioteca. Se apoyó durante su gobierno en el general Galif para mandar sus ejércitos, con una gran superioridad militar en esos momentos sobre los reinos cristianos, y ganará para el califato las fortalezas de San Esteban de Gormaz, Atienza y Calahorra.

Alhakén II falleció en el año 976 siendo su sucesor en el califato su hijo Hixem II, en esos momentos menor de edad. Será Almanzor, como canciller, quien ejercerá todo el poder real político y militar, basado en el ejército.

Durante el califato de Hixem II, Almanzor estableció una dictadura que duró 30 años, llevando a cabo una serie de campañas militares en las que arrasó Zamora, Barcelona, Astorga, Pamplona e incluso Santiago de Compostela, centro espiritual de la cristiandad, de donde se llevó hasta Córdoba, las campanas de la catedral, si bien respetó la tumba del apóstol Santiago. Las campanas fueron restituidas a Santiago, durante el reinado de Fernando III el Santo, rey de Castilla.


El hijo de Almanzor, Abdel Malik, sucedió a su padre como gobernante efectivo desde el año 1002 al 1008; luego vendría su hermano Sanchuelo que pretendió ser nombrado califa como sucesor de Hixem II, lo que provocó la revolución de los cordobeses y con ella el fin de la dictadura. Posteriormente se produjo la destitución de Hixem II como califa, y pasaría a ser Muhamad II el nuevo califa. A partir de este momento, con los sucesivos califas, el Califato sufrirá la Fitna, o guerra civil entre musulmanes, que acabará con la desintegración del Califato en el año 1031 y la aparición de los reinos de taifas.


Documentado por
José Ignacio Gómez de Olea y López de Letona