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History of Spain
La generación del 98 I: Unamuno, Baroja y Azorín
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A finales del siglo XIX España vivió una grave crisis social, política y económica. Todo se agudiza con la independencia en 1898, tras varios años de guerra, de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, las últimas colonias que España tenía en ultramar.

Surge entonces un grupo de escritores que formarán parte de la Generación del 98 y que se proponen mostrar los atrasos, desajustes y lacras de la sociedad española.

Les preocupan los temas religiosos y existenciales y, sobre todo, “el tema de España” por lo que tratan de indagar en la esencia de lo español.

Ven en el austero paisaje castellano el alma de España, por lo que la recorren describiendo los viejos pueblos, sus gentes, así como sus tradiciones y valores.

Sienten admiración por autores clásicos como Gonzalo de Berceo, Jorge Manrique, Cervantes y Quevedo. Admiran también a Larra y a los ilustrados.

De todos los grandes pensadores y literatos extranjeros la influencia más decisiva en ellos fue la de Friedrich Nietzsche.

Todos nacen entre 1864 y 1876. Viven el cambio de siglo y se reúnen en los cafés literarios de Madrid, como el Café Gijón, el de Fornos, el Lyon o el de Levante.

MIGUEL DE UNAMUNO

Miguel de Unamuno nace en Bilbao en 1864 y muere el 31 de Diciembre de 1936.

Estudió Filosofía y Letras en Madrid y fue catedrático de griego en la Universidad de Salamanca donde ejerció muchos años como Rector.

A causa de su oposición a la Dictadura de Primo de Rivera, fue desterrado a la isla de Fuerteventura regresando en 1930 a Salamanca donde volvió a ser nombrado Rector.

Unamuno fue un hombre muy religioso, con grandes dudas existenciales. La Búsqueda de Dios fue un tema constante en su obra.

Siente una gran angustia ante la muerte y un deseo de vida eterna. Por eso piensa que la razón es enemiga de la vida y que el afán de vida choca irremediablemente con la razón.

Así dejó escrito en uno de sus ensayos:

“La cuestión humana es la cuestión de saber que habrá de ser de mi conciencia, de la tuya, de la del otro, después de cuando uno se muera…”.

Entre sus novelas destacan “La tía Tula”, “Abel Sánchez”, “San Manuel Bueno Mártir”, “Paz en la guerra” y “Niebla”.

Entre sus ensayos podemos mencionar: “La vida de Don Quijote y Sancho”, “Del sentimiento Trágico de la Vida” y “La agonía del cristianismo”.

También fue un gran poeta como se puede ver en su poesía “el buitre”:

“Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico torvo

El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con el solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.

Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras el mi ultimo despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría

mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.”

Unamuno amó España y se sintió español ante todo: “Me duele España”, afirmaba.

PÍO BAROJA

Pio Baroja nace en San Sebastián en 1872 y muere en Madrid en 1956. Su padre era ingeniero de minas, por lo que la familia se vio obligada a cambiar de lugar de residencia bastante a menudo. Su infancia y adolescencia las pasó entre San Sebastián, Madrid y Pamplona.

Estudió Medicina en Madrid, y ejerció como médico de pueblo en Cestona (Guipúzcoa) pero pronto lo dejó y regresó a Madrid para regentar una conocida panadería de su familia llamada “Viena Capellanes”.

Tras abandonar esta corta aventura empresarial es cuando decide ya convertirse en escritor. Estas vivencias y sus frecuentes viajes por España y Europa le servirán para escribir sus primeros cuentos y novelas.

Más tarde, en 1912, compró un caserón semiderruido y abandonado en el pueblo de Vera de Bidasoa llamado “Itzea”, donde pasó largas temporadas con su familia reuniendo allí una extensa y valiosa biblioteca.

Narrador admirable, parece que improvisa a medida que va escribiendo, sin esforzarse en conseguir una gran corrección gramatical. Sus frases son cortas, de párrafos breves. Los diálogos de los protagonistas son auténticos y creíbles.

Entre sus muchas novelas cabe mencionar, “El árbol de la ciencia”, “El mundo es ansí”, o las de ambiente vasco como “Zalacaín el Aventurero“ y “Las inquietudes de Shanty Andia”. En esta última describe con nostalgia como era el mar antiguo:

“¡Oh, gallardas arboladuras, velas blancas, fragatas airosas con su proa levantada y su mascarón en el tajamar! ¡Redondas urcas, veleros bergantines! ¡Qué pena me da el pensar que vaís a desaparecer!.
Amable sirena, que te levantabas sobre las olas azules para mirarnos con tus ojos verdes, ya no te verán más!”.

Sus novelas de la serie “Memorias de un hombre de acción”, abarcan todo el siglo XIX
y narran las Guerras Carlistas.